06 July 2009

A la Brava

Prácticas carnavalescas de producción artística

En un sistema cuyo margen de imprevisibilidad se asienta en el caos de las reglas de juego, la imposibilidad de medir distancias entre los hechos, los personajes, las coyunturas nacionales, hace que la vida cotidiana nos exaspere con sus repentinas metamorfosis y exageraciones de peculiar lógica.

Resbalando en esta inercia, nuestro medio es un medio de estructuras, sistemas e instituciones precarias, donde la producción artística responde con sus propias herramientas. El proceso de hechura, es casi artesanal y está delimitado ante todo por las carencias. La falta de apoyo económico hace que las necesidades sean cubiertas mediante el trueque; así el toma y daca, el te acolito, son los modos de operación artística.

Así, a la brava, seguimos produciendo arte en un contexto de instituciones que todavía no atinan a establecer un sistema de políticas culturales que incentiven la producción, la investigación, que apuntalen el trabajo logrado o que garanticen un modo de difusión a nivel nacional e internacional. Producimos en una escena pequeña y dislocada donde los esfuerzos se pierden en cuestiones personales o se esfuman en la falta de continuidad por la falta de apoyo, por la falta de una visión ampliada en tiempo y espacio.

Sin embargo, esto no es necesariamente una queja, es asumir esas dinámicas que ofrece el sistema a favor y en contra de la producción artística. Es intentar encontrar posibilidades que además den cuenta de una posición crítica y política ante el contexto del país, que a su vez responde a globalizaciones.
En el transcurso de ese trueque y encuentro aparece siempre la risa, carcajada efervescente que impone ritmos que a veces funcionan y fluyen, otras entorpecen. A eso llamo, carnavalización de la producción artística.

Retomo un sentido carnavalesco (desde Bajtin) en el quehacer artístico como esa forma de rebatir nuestra realidad a partir del humor, de la parodia, de la ironía. A partir de la risa que funciona como medio de renovación y liberación; porque la asumimos como mecanismo de desequilibrio de lo establecido, que permite conocer e impugnar el mundo desde una perspectiva crítica. La risa-carcajada como distanciamiento que desenmascara el acartonamiento de ciertas prácticas sociales y artísticas en nuestro entorno actual. También como dispositivo que reelabora el mundo desde una realidad anímica, que comparte ciertas circunstancias para crear otras perspectivas, otros mundos simbólicos y estéticos.

El humor asoma como presencia de ánimo que transforma el entorno. Esta es la dinámica de realidad invertida que nace de nuestro constante carnaval -el juarasjuasjuas-, donde el orden no está puesto ni del derecho ni del revés. El principio y el luego son caos, que es el punto de partida de todos los mundos posibles e imaginarios. Todas las posibilidades de producción que aparecen en el desorden y el juego, relajan y divierten, atufan y encolerizan a la vez, sin que por esto se deje de obtener procesos y resultados substanciosos.

Por otra parte, dentro de este humor, fenómeno de carácter lúdico y ficcional se reactiva el instinto de juego. El juego es una actividad precisamente humana en la que se resuelven los deseos, las aspiraciones e intuiciones, que no pretende la utilidad, pero posee siempre un sentido. Es la posibilidad para expandir y propagar la comprensión y desde ahí, la creación. Mediante el juego y su dialéctica de situaciones, nos insertamos en un proceso de apropiación del cuerpo, de liberación emotiva, de estimulación de sentidos que responde a una función de producción, tanto como a una forma de sobrevivencia aquí, ahora.

Desde esta dimensión social, desde la risa, el humor, el juego, aparece además la afectividad como motor, como fuerza de primer orden que activa el conocimiento, el juicio; como valor inmaterial que genera redes sociales de producción, las cuales evidencian energías, expresiones, lazos, nudos, fuerzas de la comunidad. Afectividad como conocimiento desde un conjunto psíquico y subjetivo, intelectual y sensitivo, como forma que propone respuestas emocionales para organizar una práctica social de producción artística colectiva.

De este modo vamos estableciendo una suerte de política de colaboración, de intercambio, de trueque que nos permite no solo subsistir, sino producir ; y producir a partir de procesos interdisciplinarios, donde las ideas individuales se exponen a manera de seducción. Esta mecánica de entrega y apropiación provoca otras asociaciones, nuevas formas contagiadas entre unos y otros que hibridan los lenguajes dotando a los formatos de una amplitud.

Así es como las disciplinas, linealidades, cubos, fronteras se desvanecen para la comprensión de las relaciones múltiples y los acontecimientos contemporáneos, que se entrecruzan entre lo social, lo político y lo urbano.

Y en este punto esta filiación a lo urbano, esta militancia callejera de trayectos, de recorridos, edificios, parques, plazas, parte de nuestro cotidiano momentáneo, nos obliga a amar y deconstruir la colección de patrones semióticos, de subtextos, de historias, de etnias, en ritmos, en resonancias, en acciones que resignifican, chocan, proyectan, interpelan las relaciones con los otros en sus aspectos humanos, emotivos, sociales, políticos. Es así que asaltamos el espacio público para establecer otros nexos que modifican la realidad. Desde una imagen, un sonido, una palabra, una presencia. Desde la producción de danza, performance, de audio, de video provocamos una juego de reflejos, revelaciones y rebotes recogidos y traducidos desde el video experimental.